Por Bruno Cortés
El agua no es infinita y en México cada vez es más evidente. Sequías, cortes de suministro, presas secas y pozos que ya no dan abasto han dejado de ser noticias aisladas para convertirse en parte del día a día, sobre todo en el norte del país. Con este panorama encima, el diputado José Braña Mojica, del Partido Verde, presentó una iniciativa que busca atajar el problema desde la raíz: la educación.
Su propuesta es simple, pero poderosa: reformar el artículo 30 de la Ley General de Educación para que desde la primaria hasta la preparatoria, en escuelas públicas y privadas, se enseñe cómo cuidar el agua. No solo con charlas de “ciérrale a la llave”, sino integrando al plan de estudios contenidos sobre el uso racional del agua, prácticas sostenibles en casa y el entendimiento del ciclo del agua y su impacto en la vida diaria.
La lógica detrás de esto tiene sentido. Si los niños y jóvenes aprenden desde temprano que el agua no se desperdicia, que no es eterna y que el país está en crisis hídrica, es mucho más probable que se conviertan en adultos responsables con su consumo. Porque, como dijo el propio Braña Mojica, “el agua es un bien común”, y como tal, debe ser protegida por todos, no solo por las autoridades o las empresas.
Y ojo, que no es un capricho ambientalista. México vive una sequía alarmante. De acuerdo con datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), al 31 de enero de este año, el 40% del territorio nacional tenía condiciones de sequía que iban desde moderadas hasta extremas. Los estados del norte y noroeste son los más golpeados, y eso tiene consecuencias graves: menos agua para tomar, menos producción agrícola, afectaciones al medio ambiente y conflictos por el recurso.
Además, el diputado no se quedó solo en el problema climático: también puso el dedo en la llaga del alto consumo doméstico. Según cifras de la Organización Mundial de la Salud, el uso ideal por persona debería estar entre 100 y 150 litros diarios, pero en México el promedio es de 366 litros por persona al día. Sí, más del doble. ¿La razón? Malos hábitos, fugas no reparadas y, sobre todo, falta de conciencia.
Por eso, esta iniciativa quiere que la educación no solo sea de libros y matemáticas, sino también de vida diaria. Enseñar a cerrar la llave mientras te cepillas los dientes, a reutilizar el agua para limpiar, a entender por qué no debemos regar banquetas ni lavar el coche con manguera. Son pequeñas acciones, pero si se hacen a gran escala, pueden marcar una gran diferencia.
La iniciativa ya fue turnada a la Comisión de Educación, donde se discutirá en próximos días. Si se aprueba, marcaría un paso importante en el camino hacia una cultura del agua más responsable. Porque no se trata solo de castigar el derroche, sino de formar ciudadanos que entiendan que el futuro también depende de cómo usamos cada gota hoy.