Por Bruno Cortés
A veces la política internacional se siente como una partida de ajedrez… y otras, como una lucha libre sin referí. Así se ve hoy el panorama del T-MEC, el tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, que está a punto de entrar a revisión, justo cuando Donald Trump volvió a la Casa Blanca con todo y su discurso duro, proteccionista y “America First” bajo el brazo.
En ese contexto, se llevó a cabo el segundo foro nacional “El T-MEC en la encrucijada”, convocado por la diputada Claudia Rivera Vivanco (Morena), donde se juntaron legisladores, académicos y expertos para discutir qué demonios va a pasar con uno de los acuerdos económicos más importantes que tiene México. El diagnóstico fue claro: se nos viene una renegociación complicada y el país necesita estar más que listo.
Ahí, el diputado Miguel Ángel Salim Alle (PAN), presidente de la Comisión de Economía, reconoció que, aunque hay diferencias entre partidos, se tiene que aplaudir la labor que han hecho Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard en este tema. Pero no todo es aplauso: también advirtió que Estados Unidos está endureciendo su postura comercial, aplicando subsidios que excluyen a sus socios, poniendo condiciones durísimas para acceder a su mercado, y lanzando amenazas de aranceles como si fueran caramelos.
“Trump apenas lleva cinco meses y ya está sacudiendo el tablero”, dijo Salim Alle. Pero junto al riesgo, también hay oportunidad: el fenómeno del nearshoring, o sea, el regreso de fábricas y cadenas de producción a regiones cercanas a EE.UU., podría ser la oportunidad histórica de México para brillar… si hacemos la tarea.
¿Y cuál es esa tarea? Pues nada fácil: garantizar seguridad, tener energía suficiente (y barata), agua, infraestructura moderna, certeza jurídica y una política industrial coherente. No solo hay que estar cerca de Estados Unidos geográficamente, también tenemos que ponernos a la altura en términos de competitividad y reglas claras.
También se habló fuerte del neoproteccionismo que está resurgiendo en sectores clave como el automotriz y el agroindustrial. Y ojo, esto no solo afecta a las grandes empresas: si no cuidamos cómo se integran las pequeñas y medianas empresas en esta nueva dinámica, nos quedamos con un modelo que beneficia a unos cuantos.
Desde el Senado, Emanuel Reyes Carmona (también de Morena) subrayó que no se puede bajar la guardia. El T-MEC no es solo un documento; es la columna vertebral de muchas industrias en México. Por eso insistió en mantener el diálogo con empresarios y sectores económicos para no llegar desarmados a la mesa de negociación. Y dejó claro que ni guerras en Medio Oriente ni elecciones en EE.UU. deben distraernos de lo que está en juego aquí.
Por parte de la academia, Lorena Rodríguez León, directora de la Facultad de Economía de la UNAM, fue directa: Estados Unidos está dejando atrás su papel de promotor del libre comercio global y se está volviendo un actor más duro, más nacionalista y más exigente. Pero también recalcó que el T-MEC no depende solo de la voluntad de Washington; México tiene voz y voto, y debe usarlo con inteligencia.
Rodríguez León hizo un llamado a construir una nueva política industrial con visión de largo plazo, alineada al llamado Plan México de la presidenta Sheinbaum, para aprovechar esta coyuntura en vez de sufrirla. Porque sí, es un momento complejo, pero también puede ser el trampolín para reimaginar el futuro económico del país.
El foro abordó todo tipo de temas: desde la relación México-China, los efectos de los aranceles, la incertidumbre global, hasta cómo deben participar los servicios financieros en este nuevo juego.
En resumen, México está por entrar a una partida difícil con un jugador complicado como Trump al frente de EE.UU., y no basta con discursos bonitos. Se necesita estrategia, unidad política, compromiso del sector privado y mucho colmillo negociador. Porque si no jugamos bien nuestras cartas en la revisión del T-MEC, podríamos quedarnos viendo el tren del nearshoring pasar… desde la banqueta.